martes, 29 de diciembre de 2015

Todas la agonías, todas las cobardías, todas las poesías

I

Podemos estar seguros 
de que ella
al momento de morir
había conocido todas las agonías.
La agonía que es vivir
la agonía de parir
la agonía musical

la agonía por amor

esta última
claro
fue la última.

II

Conocí o creí haber conocido
digo bien, conocí
Una persona que
estoy seguro
conoce todas las cobardías.
La cobardía para vivir
la cobardía sin parir
la cobardía de callar

la cobardía al amar

de esta última
claro
estuve enamorado.

III

Escribiremos
mi amor
seguramente
todas las poesías.
La poesía como vida
la poesía que es parir
la poesía con música

la poesía del amor

y esta poesía
claro
será la última.


                                                                  Barracas, diciembre de 2015




viernes, 11 de septiembre de 2015

Inédito

Todo cambió de lugar.
Casi perdés la cabeza
por eso inédito.
Nunca será como antes.
fue algo inédito.

Seguí tu juego porque así
dejamos atrás el miedo.
Que sea inédito.
Está bien que no comprendas.
Se llama inédito.

Entonces dejáte caer al suelo.
Nada empieza de cero.
Pero es inédito.
Y si otra vez sentís vértigo 
decíle inédito.


Barracas, once de septiembre de dos mil quince.

René Magritte, "Ceci n'est pas un pipe", 1929.

lunes, 17 de agosto de 2015

Chico grande

                                                "... ¿Quién salvará a este chiquillo
                                                     menor que un grano de avena?
                                                     ¿De dónde saldrá el martillo
                                                     verdugo de esta cadena?



                                                     Que salga del corazón
                                                     de los hombres jornaleros,
                                                     que antes de ser hombres son
                                                     y han sido niños yunteros."
                   
                                                                                  Miguel Hernández, El niño yuntero (1937)


Ahora que soy adulto
que soy grande
ya no me duelen los golpes.

Ni me sorprenden los giles.

Ahora que en la calle
me dicen señor
no persigo al tiempo.

Ni me lastiman las uñas de mujer.

Pero me agarro a las piñas.

Sí, a las piñas.

Contra cualquiera que haga daño
a un niño
a una niña.

Sí, a las piñas.

Contra ustedes 
canallas sin alma.
No merecen mi compasión.
Esa moral berreta y aquellas lecciones de vida
metánselas bien en el culo.

Sí, a las piñas.

Contra psicópatas con título.
Contra maestritos analfabetos.
Contra profesores de la nada.
Contra policías en general.
Contra todas las iglesias.

Sí, a las piñas.

Contra todos aquellos
que prefieren olvidar
                              ¿qué prefieren olvidar?
como sufrieron
                              ¿cómo sufrieron?
cuando fueron chicos
                             ¿cuándo fueron chicos?
porque hacen lo mismo
                            ¿por qué hacen lo mismo?
a estos niños
a ellos mismos.



Entre Constitución y Barracas, dieciséis de agosto de dos mil quince


Antonio Berni, Juanito Dormido (1978)

viernes, 7 de agosto de 2015

La Piedra y el Río (aire de zamba)

Quiero ser como el río
que ablanda la piedra
y sobando su piel
vuelve al agua mineral.
Yo te doy vos me das.

Sé que sos piedra
esperando en el lecho
que descubra tu centro
precioso al brillar.
Yo te doy vos me das.

He sido como un río
de cauce atropellado
dejando fértil turba
por vos me hice cristal.
Yo te doy vos me das.

Fuiste como una piedra
tan olvidada tan dura
que mi corriente rozó
así se abrió un canal.
Yo te doy vos me das.

Seremos piedra y río
refugio de la vida
el misterio profundo
un sonido elemental.
Yo te doy vos me das.

Barracas, siete de agosto de dos mil quince



jueves, 6 de agosto de 2015

Flor de un Día

Una colaboración desde el otro lado del charco de mi amigo y hermano Juan Martínez.

Y a vos
Cuánto te dura una jalada de aire fresco

Gira la rueda de plata que refleja todas las noches que te levantaron
No hay sueño al fin del desierto ni horizonte en las estrellas
Es todo laberinto de concreto en un intento de saltar
La arena se amontona entre los dedos
De a poco las arrugas se endurecen mientras
Las manos de arcilla resquebrajan la sequedad del asfalto
Si supiera qué espera detrás del sopor diría
Más de lo que puedo presentir en una brisa de tensa calma
¿Quién me contó a mí el cuento al anochecer?
¿Quién me rescató de la resaca matinal?
Es que la lluvia no moja lo que el viento tiene para inundar

Una niebla se abre en el altar del Sol
Como si supiera que su fría escarcha canta con la tibieza
Vapor de aliento sobre el cuerpo cansado me suena a flor
Que de día bajo el Sol descansa

Recriminar es para quien no tiene sangre
La luz de Luna me tatúa las venas
En su intento de calmar el bajón

No hay dudas en el tobogán que sube
Solo historias que suenan a perdón
El tigre remolonea en la alfombra porque quiere jugar con la ardilla
De arcilla eran las manos que vuelven a equivocar

Como si en el error se encontrase un paisaje

Cuánto te dura la flor de un día
Agonía de la tristeza en la cubierta
Brillo que sonríe para la vereda dejada
Oculto en los tiempos del olvido
Marca el rastro de los que han de regresar

Encomiendas del siglo de la espera




Pío Collivadino, "El Riachuelo" (1916)
 Colección permanente del MNBA. Fuente: http://www.mnba.gob.ar



miércoles, 22 de julio de 2015

El Profe

A mi amigo Sebastián Sulima


Si un martes por la tarde pasás
por el barrio de Saavedra
en la estación de Saavedra
vas a estar lejos de Barracas.

Si te asomás
en la estación de Saavedra
por el barrio de Saavedra
a la Parrilla de Justo
un martes por la tarde
estamos lejos de Barracas
morfando junto a El Profe.

No voy a hablar de mí
tal vez sí
pero no de mí
sino de él
de El Profe.

No voy a hablar de la casa inundada
de música.
No voy a hablar de fútbol
porque no sé.
No voy a hablar de perros que amaban a los hombres
ni de hombres que amaban a los perros
ni de música.
ni de educación.
No voy a hablar de mujeres, ni de nombres
ni de padres
ni de madres.
No puedo.
No quiero.

Voy a hablar del silencio.
Porque por lo que sabemos
yo hablo
El Profe hace silencio.

Porque cuando vamos juntos a Saavedra
cuando bajamos en la estación de Saavedra
y entramos a la Parrilla de Justo
(o sea que me invita a su casa)
no puedo hablar
no quiero hablar.
Escucho en silencio
el silencio
su silencio.

Para cuando nos apostamos, en silencio, en la trinchera de heladeras
ya lo saludaron, en silencio, hasta las baldosas.
Hola, Profe. Atendélo bien, al Profe. Y él asiente en silencio.
Y comemos, en silencio, riñón, papafrita, provoleta.
Y fumamos, en silencio, mirando los rieles
de la estación de Saavedra
del barrio de Saavedra
lejos de Barracas.
Y hablamos en silencio.
Ese silencio

Ese silencio, te suspiran las minas.
Ese silencio, nos quejamos los pibes.
Ese silencio, temen las gallinas.
Ese silencio, respetan los rivales.
Ese silencio, que aprenden los chicos.

Ese silencio íntimo como un grito primal
se escucha perfectamente en Tokyo.
Ese silencio es El Profe.

“El Profe no hace silencio”, pienso en silencio,
“sos vos, que hablás demasiado.”

Barracas, veintidós de julio de dos mil quince.





lunes, 13 de julio de 2015

Vomité un conejo, Andrée, mala mía.

Se decían cosas ridículas.
Aparatos del deseo.
El contexto desaparecía cada vez que los ojos se hallaban.
Con texto les parecía toda vez que escribían que se amaban.
Es ridículo, pero cojían con palabras.

Se sentían cosas ridículas.
Amparados en rodeos.
Se suponían escritos por una tinta deliciosa.
Y se ponían vocativos tipo hermosor, linda, preciosa.
Muy ridículos, como conejos de Cortázar.

Se decían algo ridículo.
Afanado de sus cuentos.
Un conejo sale de tu boca, lo que decís sin pensar.
Un cortejo nunca se equivoca: yerro feliz, libertad.
Tan ridículos, que si perdían también ganaban.

Se sentían algo ridículos.
Alternando con los besos.
Así, a decir de su lengua, no dejo salir un conejo.
Así adheridas las lenguas ¿no son orejas de conejo?
Bien ridículo, yo les juro que igual pasaba.


Ciudad de las Promesas, trece de julio de dos mil quince

viernes, 19 de junio de 2015

Haiku Otoñal

Bebamos café.
Nos devoramos luego.
Hasta mañana.

Salvador Dalí, "Canibalismo de Otoño" (1936)

lunes, 15 de junio de 2015

Los Solitarios


Los solitarios no miran a ambos lados al cruzar.
No cometen pecados, se quedan a un costado en la ciudad.
Es que los solitarios no van a cumpleaños ni a cenar.
Se encierran en el baño, se escapan por un caño a soñar.

A los solitarios no les importa que fumar sea perjudicial para la salud.

Estos solitarios no pasan fin de año en el hogar.
No preguntan la calles, se pierden en los barrios sin llegar,
porque lo solitarios no van a ningún lado en realidad.
Ya no tienen dudas, viven en una cruda claridad.

Son los solitarios que están esclavizados por la misma miserable autoridad.

Nosotros, solitarios, a veces nos juntamos a cantar.
Tenemos una orquesta que siempre está dispuesta a ensayar.
Somos solitarios: buscamos escenario para actuar.
Siempre sentimos pánico y nos trastabillamos al entrar.

Sólo solitarios que desafinamos cuando cantamos a quienquiera escuchar.


Solitarios, sí, por amor a vos. 

Barracas, quince de junio de dos mil quince

Vincent van Gogh, "El dormitorio en Arlés" (1889)

jueves, 21 de mayo de 2015

Camino de vuelta


Volver en bici. Pedaleando. Mucho adiós, pocas ganas. La tregua de otoño fría más allá del calor. Acá las calles de siempre y ahí la esquina de siempre. Entonces verla de prepo. Después de mucho tiempo, repentinamente. Repetidos los ojos, repetida la piel, repetido el pelo, repetidos los peros, repetidas las paces, repitiendo los nunca, repetir nombres de varón, repetir que de nena no me gustan, el asco repetido, la miseria repetida, el ninguneo, ninguno, los dos, cada uno, y al final nadie, o todos.

O todos todo. De repente no se sabe.



"No pude parar”, me repito arrepentido.

“Yo no”, repetís, “pude parar”



“Hasta luego", repetimos.

Así es. Como decir adiós. 

                                            Barracas, veintiuno de mayo de dos mil quince

Edward Hopper, "Verano en la ciudad" (1949)
                                           

martes, 3 de febrero de 2015

El monstruo asustado

Tengo miedo de querer
y que nadie lo sienta.
Tengo miedo de buscar
y que nadie se dé cuenta.

Yo no soy 
lo que ustedes piensan.
Tengo miedo de sumar
y no entender la diferencia.

Me escondo abajo de la cama
y adentro del ropero
porque lo que más miedo me da
es tener miedo.

Tengo miedo de asustar
cuando las luces se enciendan.
Tengo miedo a preguntar
y que nadie me comprenda.

Yo no soy 
el que ustedes esperan.
Tengo miedo a estar acá
acá parado en la puerta.

Me escondo abajo de la cama
y adentro del ropero
porque lo que más miedo me da
es tener miedo.


Barracas, primero de febrero de dos mil quince.
Revisado en Boedo el veintiuno de diciembre de dos mil diecisiete.



lunes, 5 de enero de 2015

Maldón (Tango)

Recitado: Abro el cajón de las cosas viejas
me pinta mortificarme
soy un varón que tras las rejas
no le siente el gusto al mate.

Releo tus veinte cartas
una tras otra, en degradé.
A un costado, mis veinte cartas
que, avergonzado, nunca envié.


Triste baraja de dos palos:
el hombre y la mujer enfrentados
en un truco cruel y cabrón
con los naipes marcados

Y a mí... a mí me tocó maldón.

De las malas me sacó el invierno:
iba por los andenes descalzo
cantaba 'rabón' con ancho falso
punguiaba y me la daba de tierno.

Le agarré la mano al cortapluma,
me apodaron 'siete bravo'.
Ligaba treinta y tres de mano,
me enyunté con la fortuna.

Probé yampán, tomé mandanga...
jugué fuerte los porotos
mirando siempre a los ojos
con la matufia en la manga.

Triste baraja de dos palos:
el hombre y la mujer enfrentados
en un truco cruel y cabrón
con los naipes marcados.

Y a mí... a mí me tocó maldón.

Y como un naipe al revés,
que sorprende al que baraja,
mientras cerraba la caja
te apareciste una vez.

Tus ojos como un dos de oro,
el escolazo te excita.
Te gustan el riesgo y la guita, 
pero es lo uno o lo otro.

Por divertirte, timbié a lo bobo, 
como gato que caza cucarachas.
Me chupaste la buena racha
y tuve que pagar con plomo.

domingo, 4 de enero de 2015

Ni hablar

No hacía falta una palabra
una hermenéutica del gesto
o la sintaxis para texto.
Ni hablar.

No alcanza con rezarle a nadie
y revisar algún concepto
sino mentir por un secreto.
Ni hablar.

No podrá ir contra la locura
aquel acoso por supuesto
de la amenaza que es silencio.
Ni hablar.

No querer comprender todo
desde algún mito siniestro
pero jamás en el desierto.
Ni hablar.


Barracas, cuatro de enero de dos mil quince

viernes, 2 de enero de 2015

Turrón (Tango)

Dicen que a todo lechón
le espera su San Martín
fue así que llegó a su fin
el gran periplo de Turrón.

Le achacaron tal apodo
no por su dulce carisma,
más bien por esa premisa
de ser más turro que todos.

Cuando el barrio te bautiza
canta la justa y no miente.
Como aquel vago “Tres Dientes”
y su sencilla sonrisa.

Yo les juro que a Turrón,
si no fuera que es mi amigo,
ya le habría puesto un tiro
por cada vez que me garcó.

Era un loco tarambana:
a todos algo nos debía.
Mal te soplaba la mina
o seducía a tu hermana

Engrupió al gordo Noel,
en un asunto con su nena,
y tuvo que pagar la pena
(no la pendeja, sino él).

Turrón, partido a la mitad,
tirado dentro de un zaguán
chocolateado por patán
así pasó la Navidad.

No hubo regalos ni abrazos
porque él se portó tan mal
que de la sidra pa brindar
no ligó más que un corchazo.



La Boca y Barracas, primero de enero de dos mil quince