miércoles, 22 de diciembre de 2010

Dogo

Meando el piso
fija un paradero
presa de un capricho
imperecedero.
Lo llaman Dogo,
le dicen perro.

Él porta feroz linaje
es un hijo del lobo
pero copió del humano
un amor ciego y bobo
Le dicen perro,
lo llaman Dogo

Sí, experto en el arte
de lamerse los huevos.
Lo mismo hace con la mano
que castra y da alimento
Le dicen Dogo,
lo llaman perro

En su dócil violencia
en el brillo de los ojos
confirma de hecho
nuestro poder sobre todo
lo llaman perro,
le dicen Dogo.


La tierra sucia (the dirty dirt)

 En el parque Indoamericano está todo sucio.

Sucio. De basura, de barro, de soretes, de sangre, de mentiras.

En el parque Indoamericano habitan hoy indios americanos nómades que vagan en un desierto sucio de mentiras sucias. Sucias tolderías indoamericanas se quiebran bajo el sol -Inti, según la cosmogonía de los indios americanos- o se hunden en el barro sucio cuando llueve. Para eso aprenden a no llorar, los once hijos ya no lloran, para que la tierra -que llaman suya- no devenga barro sucio y  salado de lágrimas saladas y sucias.

Sucias. Lágrimas sucias, de caras sucias, regando tierra sucia. La tierra, cuando se la riega con lágrimas, queda yerma. La tierra, cuando se la riega con sangre, queda sucia.

Lo que perturba, y ensucia, es esa sangre. Esa sangre que hierve de yacer bajo el sol, bajo el toldo sucio. Lo que perturba es que la sangre derramada es inexorablemente roja, no negra, ni marrón, ni boliviana, peruana, indoamericana o sucia. Lo marrón, lo sucio, se presenta invisible ante la pupila saturada de marrón, de suciedad marrón. La sangre, en cambio, sí se ve. No se puede no ver.

Suciedad. La sociedad capitalista de control viene a ser ese algoritmo -medio y fin- que convierte al grito en silencio, a la excepción en regla. Con los ojos ha logrado algo fantástico: lo intolerable es invisible. Lo que no es posible ver es imposible de ver. La suciedad capitalista de control viene a ser el velo -medio y fin- con que se cubre lo intolerable para hacerlo invisible. Ciegos por sucios.

No habíamos visto la tierra sucia, las caras sucias, las tolderías sucias, el parque sucio. La tierra sucia: villa. Las caras sucias: villeros. Las tolderías sucias: villa. El parque sucio: predio. Predio. Un nuevo vocablo para no decir lo indecible, para no ver lo invisible.

Nos tocó verlo. Ver lo sucio. Ver la sangre. Ver lo invisible, como un efecto especial, de repente vimos todo lo que la suciedad no nos dejaba ver.

Basta de desvaríos. Digamos lo indecible, como podamos: hay personas que no tienen casa. No tienen dónde protegerse de la suciedad. Habitan sucias en la suciedad porque no existe un adentro que desensuciar. Sólo existen predios. Todo lo demás -la guerra, la falopa, la meningitis, el abuso, los punteros, el racismo- es una gran montaña de suciedad con la que se recubren esos cuerpos sin refugio.

La pelea por la tierra es una pelea justa, como toda pelea por sobrevivir. Si está sucia de maniobras, de punteros, de mentiras es porque hasta ahora fue más fácil taparla con suciedad que ensuciarse las manos con ella.

Mientras los sucios nos meten basurita en el ojo, los indios americanos siguen peleando su tierra, su pedacito de tierra, sucia o no sucia, que habitar.

Dijo uno, con la cara sucia: "la única tierra que conseguimos hasta ahora es la que tapa a los cuatro muertos que nos dejaron". Señoras y señores, este poeta nos ha pasado el trapo. Nos ha lamido la basurita del ojo.

Es tiempo de jugar limpio.

Nahuel
catorce de diciembre de dos mil diez


http://grupotpi.wordpress.com/2010/12/16/miseria-exclusion-social-y-emergencia-habitacional-perfume-al-filo-del-dolor-asi-invisible/