No están esta noche los insectos
cuyo ruido blanco perfecto
con alas y patas silencia
el estrépito de una ausencia.
Luna inoportuna, luna llena,
alumbra penumbras y condena
a verlo todo, a temer nada:
ninguna sombra agazapada
Porque el rumor infesto, junto a lo oscuro
-presente cruel, funesto futuro-
prende la alerta, peligro de muerte,
comprende la presa y elude su suerte.
Pero el plenilunio más la calma
dejan a uno -y a su alma-
ciego, sordo y encerrado.
Absorto en la celda del pasado.
San Luis, enero de dos mil once
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